Nostálgia de cielo

Nadie sabe lo que sabe hasta que lo expresa. De ahí, probablemente, el origen del amor y el arte. Así como la forma de una obra, antes incluso de iniciarla, se encontraba ya dentro de nosotros como añoranza, como nostalgia de cielo, el amor ya lo teníamos agazapado desde hacía mucho tiempo para compartirlo con alguien, aunque no supiéramos con quién. 

Se escribe porque no se conoce lo que se quiere escribir.  Sólo llegamos a sentir una especie de magma interior, una imagen desenfocada, sonidos disonantes, manchones sobre lienzos, rayos de luz que nos dan la ilusión de que lo que vivimos fue cierto aunque muchas veces sean recuerdos inventados  que nos convierten en creadores embusteros de una ficción.

Misterio, lejanía, penumbra: formas todas ellas de aludir a un desconocimiento vivido, lo que no se puede ver, lo que está lejos pero, sin embargo,  dentro de nosotros. No se sabe lo que hay en la nublada lejanía, sólo se sabe que existe esa lejanía. Por eso me animé a escribir este libro porque  lo que a veces parece olvido no es olvido. Es la memoria la que devuelve esos materiales enterrados y, al hacerlo, recupera su más profunda verdad, el significado más trascendente que  tuvieron y tienen para quien los vivió. Pero no se trata   de una memoria histórica que tiene por fin la recuperación fidedigna de los hechos, sino de aquella memoria artística que para recuperarlos tiene que transfigurarlos, reinventarlos, extrañarlos y a través de la nostalgia, la risa, el humor y la melancolía, crear otro mundo plasmado en la palabra. 

Por ello esta página web que incluye este blog, no solo para que me conozcan sino para poder comunicarnos de la manera que sea, a la hora que estemos despiertos o dormidos, duchados o sin duchar, vegetarianos o carnivoros, sin distinción de sexo, nacionalidad o color de piel. El hablar entre nosotros aunque estemos lejos o cerca, será siempre una prueba de que seguimos vivos. 


Edgar.
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